Wednesday, December 23, 2009

Nace mi tesis

A lo largo de mi formación académica-profesional y especialmente en ciertas materias (Cultura y sociedad mexicana, Arte en México, Plástica mexicana, Cultura regional y Gráfica nacional) se ha recalcado que el Ser mexicano no es algo plenamente definido, sino que es un concepto que se encuentra apenas en plena construcción, la construcción de una identidad. Varios autores concuerdan con ello; entre otros Octavio Paz en su Laberinto de la Soledad y Guillermo Bonfill Batalla en México Profundo. Ambos afirman que para realmente reconocernos como unos seres en el mundo, es necesario que definamos quiénes somos, qué somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos. Vaya las preguntas esenciales.

Es así como nos topamos con un problema, el problema de la identidad. Este problema (afirma Paz y yo estoy de acuerdo) se inicia en la adolescencia, cuando el adolescente ha dejado ya los juegos y se topa con el muro de la existencia. Pues este muro de la existencia, este saberse solos en el mundo es un problema que a mí en lo personal nunca me dejó de aquejar, y (aunque la mayoría de mis búsquedas se circunscriben al plano ontológico) que de hecho la búsqueda de respuestas al respecto son básicamente mi propio proyecto de vida.

Como uno de los aspectos inherentes a mí encontramos la necesidad de manifestarme por medio de diferentes medios expresivos. Uno de ellos es la gráfica. Es así como conjuntamos dos de mis mas grandes intereses en mi proyecto de investigación.

Pues es verdad que no acaba de existir el diseño mexicano, y por ende, no hay diseñadores mexicanos. Me refiero a que no hay diseño original mexicano, un diseño netamente mexicano, que se pueda identificar como tal. Y me gustaría dejar a un lado los intentos previos que terminan en hacer de lo mexicano un cliché, en el cual lo camp, el barroquismo y el mal gusto predominan (¿lucha libre? ¿kitsch? La verdad es que soy muy elitista para permitir que tales tópicos me definan y definan al diseño mexicano).

Friday, October 30, 2009

El Conserje

De oficio conserje en un edificio de departamentos ubicado frente a un parque, un hombre se dirige al mismo, buscando un poco de descanso en su ajetreada e infructuosa labor. Pues es verdad que pese a que se dedique siempre a la limpieza y al orden de su edificio, este nunca acabará de estarlo, y el sueldo o recompensa que recibe no vale lo que trabaja.

En fin, se encuentra sin dinero, y en el mundo de hoy, la falta de dinero casi significa la anulación de uno como persona. Y no puede encontrar consuelo en que al menos su labor es reconocida o recompensada, puesto que su trabajo lo podría hacer cualquiera, es un trabajo en automático, el hombre se convierte simplemente en un autómata.

Las ventajas de ser autómata es que el serlo impide pensar, y el no pensar ayuda a sobrellevar la dureza de la existencia. Pues nuestro personaje se encuentra ahora en el descanso, el horrible descanso que lo obliga a detenerse y sí, lamentablemente a pensar.

Camina en el parque, sin dinero y pensando. Mala combinación de situaciones. Porque también es verdad que el tener dinero también ayuda a no pensar. Porque el pensar es tormento.

Y es curioso, aunque un parque de fraccionamiento esté lleno de niños jugando, de adolescentes en bicicleta, de ancianos sentados en una banca tomando el sol, estos parques son tan extensos y silenciosos que siguen transmitiendo la sensación de soledad, y esta Chole no es la amigable.

Sin dinero y con un trabajo infructuoso, y en el descanso. Yo diría que para nuestro personaje los minutos del descanso se convierten en horas.

No dinero equivale a no comida. Pero eso ya no es preocupante. Finalmente estas situaciones son pasajeras. Y es solo una rachita. Eventualmente vendrán tiempos mejores. Tal vez un mejor trabajo, un mejor empleo o un cambio de rutina aliviarán la situación. Mientras tanto, sigue pensando en el parque.